ALIVIO CREMOSO.



¿Cómo reconfortar el alma cuándo duele tanto?
Ese dolor tan sutíl pero tan intenso a la vez.
Lo localizo, sé donde está pero cuando quiero atraparlo para abrazarlo y calmarlo se escapa en forma de lágrimas, gritos o actos impulsivos que pasan el filtro de lo normalmente permitido por mi “yo”.
Así se sentía Raquel. Hace más de un año.
Como buena Ingeniera Química que es, se le ocurrió que a través del calor podía disolver aquella profunda dolencia. Al entrar en contacto con altas temperaturas podría llegar a producir una reacción química que la haga evaporarse.
¿Y si le pongo un paño caliente como cuando duele el pecho? ¿Aliviará?, pensó. Probó y no, el calor no llegaba a sobrepasar su dermis.
El dolor seguía ahí. Firme.
Mirándola directo y fijo a los ojos.
Trayéndole imágenes que lo hacían crecer cada vez más y más.
Necesitaba alejar ese dolor de su alma, quería liberarla, dejarla volar nuevamente.
Se cansó y decidió desafiarlo.
Se paró frente a él y lo enfrentó: Quiero conocerte, saber todo de vos, aceptarte dentro mío y una vez que te tenga asumido te voy a vivir más intensamente que nunca. Te voy a sentir en cada parte de mi cuerpo, hasta voy a dejar que te diviertas un buen rato con mi mente. Y cuando estés cansado de tanto explorarme se que vas a rendirte y finalmente desaparecer.
Fue a la biblioteca de su querida facultad y revolviendo entre viejos libros llenos de infinidad de fórmulas descubrió un antiguo texto que se llamaba “Química para sentir”, eso era lo que buscaba, alguna vez había oído hablar de aquel libro del cual tantos incrédulos se reían.
Buscó en la “D” de Dolor y encontró la receta de una sopa. Decía actuar a modo de pócima mágica que al ingerirla iba al centro del dolor, lo atrapaba, se fundía con él y lo llevaba a través de su caudal a recorrer todo el cuerpo. Exactamente la teoría que había estado imaginando días atrás.
En una gran cacerola de hierro hirvió en agua, zapallo en trozos (calabaza no, zapallo), puerro fileteado, un diente de ajo aplastado, algunos cubitos de verdura y una ramita de canela. Estuvo a fuego moderado durante casi una hora, agregando agua cuando la preparación se lo pedía. Un importante humo lleno de aromas, empezaba a surgir de la cacerola. La fragancia tan particular de la canela, dulce pero confusa, la empezó a introducir en un estado muy particular.
Una vez lista, la proceso con una picadora eléctrica para darle una textura cremosa. Podía agregarle un chorrito de crema de leche para que quede más untuosa aún, pero prefirió saborear los ingredientes en su estado natural.

Se sentó frente a su ventana y empezó a tomarla.
La sopa empezó a recorrerla. Pasó a través de su garganta produciendo una leve sensación de cosquilleo. Bajo hasta el pecho, sintió un fuerte golpe, tan fuerte que tuvo que esperar un poco para dar otro sorbo. Sintió un intenso calor, se llevo la mano al pecho para aliviarlo, la quemaba por dentro. Evidentemente la sopa se había encontrado con el dolor. Sintío esperanza. La mera hipótesis de que el dolor se vaya, la hizo creer que el dolor estaba pasando. Dió un segundo sorbo, esta vez más grande.
Calor, intensidad, fuerza, todo eso la recorría por dentro.
Alivio! El dolor pasó. Pero al instante siguiente, sorprendentemente estaba ahí nuevamente. Intacto. Presente. Fue tan sólo una pausa. De a cucharadas fue intentando matar algo inútilemente. Es que con cada cucharada se sentía mejor, hasta que su boca se vaciaba de sopa y el dolor volvía. Intacto. Presente.
¿De qué sirve el antídoto si sólo cura un instante?
¿Vale la pena tanto trabajo para tan poco alivio?
Si es tan efímero que casi no dura, ¿es realmente un antídoto?

Todas estas preguntas sonaban en su cabeza cuando terminó su sopa y puso a hervir una gran cacerola de hierro, zapallo en trozos (calabaza no, zapallo). Y continuaban ahí cuando pensó que podía agregarle un crema de leche, pero prefirió saborear los ingredientes en su estado natural.
Pues cucharada a cucharada, aunque sea por un segundo, el dolor desaparecía.




Ilustración: Renato Lopes.

1 comentário:

Anónimo disse...

Muito boa a ilustra Renato. Nao so fico muito legal, mais faz que de vontade de leer a historia.
Parabems