Porvenir dulcemente incierto.


Es extraño llegar a la estación sin saber si es temprano o tarde. El reloj del hall central, grande y en hora no ayuda en nada. Empacar tampoco le fue nada fácil. Es que cerrar una valija que está muy llena es fácil, se trata de hacer un poco de presión de un lado, dale, apretá vos de ahí también, queres?! sentate arriba a ver si en una de esas y tarde o temprano el cierre cede. Lo difícil es cerrar una valija sin estar seguro de si lo que metiste dentro te va a servir de algo.
Atrás quedaron los tiempos de la obsesiva planificación. Esa ilusión de mostrarse al mundo como una mujer interesante, que sabe lo que quiere y donde quiere llegar. Por suerte el tiempo y los improvistos le hicieron dar cuenta que en realidad guionarse al vida por adelantado solo la hacía más predecible.
Es que la situación era de perder o perder. Cuando las cosas salían tal cual lo planeado, parte de ella estaba feliz, todo muy lindo, gracias por venir, muy rica la cena, a ver cuando nos vemos. Pero después que los invitados habían terminado los profiteroles del postre y habían pedido el remis, ella se quedaba a solas con el detergente, los platos y ese sentimiento de sin sorpresas. Porque sabía que Miguel iba a hablar de su trabajo con la pasión que una madre cuenta que va a ser abuela. Como si la importación/exportación fuera una profesión para tener tribunas en el despacho. Porque estaba segura que Ana iba a hacer rancho aparte con Rita, hablando del último capítulo de la serie de vampiros y porque era obvio que los chicos iban a dejar de levantar la vista a la mitad del segundo plato gracias a su nuevo celular con acceso Internet.
Y cuando la cosa salía mal entre comillas, ella no sabía como contener su ansiedad. Le faltaba cintura para responder sobre la marcha, para disfrutar lo que le toca.
Lo bueno es que entre algunas salidas de viernes por la noche sin reservas en restaurantes ni entradas compradas previamente y dándole más crédito a los los mensajes en los sobrecitos de azucar, al Ichin y a las galletas de la suerte, la cintura para lo inesperado se va alongado.
El primer paso fue entrar a ver una película eligiéndola sin leer ninguna crítica, simplemente usando el sistema de selección infalible del tateti. El segundo fue subir al subte y bajarse en la estación que más la llamaba. La adrenalina de no saber qué estaba haciendo era tan grande como la de tirarse en paracaídas.
Esa mañana de jueves en que nadie la iba a extrañar en su trabajo, ella salió con todo lo necesario para el gran salto. En lugar de antiparras, ella decidió llevar su música formato mp3. En lugar de paracaídas, llevo esa maleta que tanto tardo en armar. Estaba lista para despegar. Llegó a la boletería y dijo: “Quiero saltar en el próximo vuelo.”

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Final alternativo:


Estaba lista para despegar. Llegó a la boletería y dijo: “Dame un billete al próximo destino que empiece con la letra S.” Hoy en día, ella trabaja en una hosteria que algún día será propia, dándole a los turistas diferentes rutas para conocer la ciudad, siempre con unas horas libradas a perderse por las calles y descubrir el verdadero San Salvador de Jujuy.


Final alternativo:

Estaba lista para despegar. En seguida el señor que estaba detrás suyo en la fila hizo dos pasos al frente y le dijo: “Solo me atrevo a hacerle esta propuesta por que veo que habla muy en serio”.
Días más tarde ella vestía de blanco y cantaba en sanscrito. El señor viajaba a un retiro espiritual en Capilla de Monte, Córdoba y no dudo en invitarla a vivir la experiencia. A partir de ese viaje ella nunca más uso reloj.



Final alternativo:


Estaba lista para despegar. Llegó a la boletería, miro al vendedor y dijo: “¿A donde te irías de vacaciones?” Sorprendido por no enteder la pregunta respondió: “A Brasil. Me iría a Brasil.” Exactamente una semana después, el vendedor recibió una postal desde Foz de Iguazú diciendo: “Obrigado pela dica. Adorei as cataratas.”


Final alternativo:

Estaba lista para despegar. “Como no Señora, está saliendo en este preciso instante un tren a Tierra del Fuego”. Ella dudó, no tenía abrigo suficiente. Ella se rió de haber tenindo esa duda, al ver por primera vez en su vida un pingüino. Lloró. Solo los había visto en dibujitos y fantasías que hace tanto había dejado atrás. Cayó en la cuenta que toda fantasía nace aunque sea de una milésima de realidad y que ella por vivir tan aferrada a su real realidad había perdido la magia de fantasear. Volvió a su realidad, volvió a vivir su día a día, pero la tiñó con unas gafas violetas de lentes a estrellas.


Final alternativo:

Estaba lista, tanto ella como su valija. Faltaba media hora para que abra la boletería, así que decidió tomarse un café en el único bar abierto de la estación. El mal humor del chico que atendía no le afectó, tampoco lo hizo el sabor a café de maquina de estación. Sin embargo lo que si la afectó fue un simple sobrecito de azúcar que decía: “Por más lejos que viajes, tus problemas te alcanzan.” Así que sacó su libretita, abrió el elásticó de la tapa y comenzó a hacer una lista de todos sus problemas. Su vieja obsesión por controlarlo todo, su constante indecisión, su dificultad para olvidarse de Diego, su traba para hablar con desconocidos, incluso anotó su temita de celulitis. Arrancó la hoja, y la metió en un buzon con destino a China. Después de todo, si sus problemas la iban a alcanzar, por lo menos que viajen lo suficiente para darle a ella unas semanas de ventaja.






Diseño: Malena Soto